Con el nombre de roseta o rosas de Tenerife se conoce en todo el mundo a una modalidad de encaje caracterizada por su forma circular a modo de flor.Se trata de una de las labores de aguja mas representativas de Canarias, que tuvo gran desarrollo en zonas del sur de Tenerife como Vilaflor, Arona, Granadilla o San Miguel; en otras del norte como La Orotava y en Lanzarote. También se trabajó en Gran Canaria y en Fuerteventura.
Actualmente solo sobrevive en algunas partes de Tenerife como Vilaflor, Arona y La Orotava, y en Lanzarote de forma muy residual.
Aunque sus orígenes resultan un tanto inciertos, se cree que llegan a las islas en el siglo XVI de manos de las mujeres de los conquistadores. Sus antecedentes peninsulares son los denominados soles o ruedas, presentes en Canarias en los calados.
Estos encajes lograron gran desarrollo a lo largo de los siglos XVI, XVII y XVIII en diversas zonas de la geografía peninsular, especialmente en Salamanca, Soles de Salamanca; Cáceres Soles de Casar; Cataluña Puntos de Cataluña y en Canarias, Soles Canarios.
El paso de los años hará que esta labor adquiera personalidad propia a través de la creación de modelos singulares y técnicas únicas.
Desde sus orígenes, la confección de rosetas fue labor de las mujeres, normalmente amas de casa de zonas rurales. Sin embargo, la comercialización a finales del siglo XIX hizo que comenzaran a producirse a gran escala, empleando mano de obra asalariada para la manufactura del encaje.
Por lo general, la técnica se aprendía de madres a hijas, a través de la observación y el contacto. La elaboración de las rosetas es un trabajo delicado y minucioso, que gracias al ingenio y a la creatividad de las roseteras ha permitido generar multitud de modelos y de productos.